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El pueblo de FRIAS emerge y renace entre 4 grandes y poderosos "Apús”: Cahingará, Kachiriz, Huaminkas y Puñuño, fieles guardianes y testigos de aquella historia de este pujante pueblo; además son aquellos que desde las entrañas regalan el fruto bendito de la madre naturaleza, son ellos los que día a día observan como su gente humilde, trabajadora, inteligente y de gran trascendencia, se levanta en el devenir de la vida. El alma y el espíritu de un pueblo que por mucho tiempo vivió bajo los rezagos del latifundismo. Este rincón del alto Piura, reñidamente esconde innumerables tradiciones, costumbres, los mitos, creencias y supersticiones y que además son transmitidos en ese lenguaje sencillo y ameno de sus Cuentos y Leyendas, las mismas que alimentan la fuerza y el espíritu de esa gente del campo que cada día al amanecer visiona un nuevo mañana al final de cada jornada de trabajo.

Estimados amigos de Frías, Ayavaca, Piura, el Perú y de todo el mundo, aquí encontraras las más fantásticas historias y narraciones de un pueblo milenario e histórico, aquel que el tiempos inmemorables fueron llamados "Huaminkas", gente poderosa, amante al arte y a la lucha y que también fue noble y solidario como los trabajadores "Chincharas". Aquí trasmito a través de la literatura el alma de aquel pueblo que constantemente lucha por seguir adelante.



Frías : Paraiso del Alto Piura y Cuna del Idolillo de Oro

Frías : Paraiso del Alto Piura y Cuna del Idolillo de Oro
El Pueblo de Frías, Bajo los Encantos de La Bella Durmiente - Piura - Perú

jueves, 14 de enero de 2010

¡ Hay Cucos malos!

Allá por los años 1883, cuando los chilenos invadieron la serranía de Piura al mando del general Torres, el cual era un jefe déspota y sin sentimientos hacía los que se antojaba a todo pueblo que entraba, pedía despotamente que le sacrificarán algún animal para calmar el hambre de él y sus soldados, en otros casos para satisfacer sus institos varoniles, agarraba a la fuerza a cual mujer se le presentaba .Las tropas que iban en busca de cupos de guerra no les interesaba el sufrimiento que causaban. La gente de Frías ya habían tenido noticias que por la zona de Santo Domingo y Chalaco valientes hombres se habían enfrentado quedando muchas bajas en ambas partes, los Chalaqueños habían luchado fuertemente en la famosa “quebrada de la guerra”, de la cual había salido airosos, haciendo temblar a las tropas sureñas.
Los fríanos al mando de Don Lorenzo Córdova Mejía habían formado las famosas “montoneras” , que con hondas, machetes, palanas, chavetas, incluso algunos con armas de fuego se atrincheraron estratégicamente en las faldas de los cerros de Mastrante, letreros y Yapiay, lugares ubicados a pocos minutos del pueblo de Frías. Junto con otros hombres se alistaron para el combate como don Ricardo Alvarado, Zoilo Castillo, Santos Jara Sebastián Siancas, y su esposa Gertrudis Erazo, Manuel Monje, Parcemón Aguilar, Plácido Córdova, Marcos García, Manuel Berrú, Juan Campos Córdova, y su hermano de madre Pilar Julca Córdova y muchos otros hombres valientes. Los valerosos hombres hicieron retroceder a los invasores.
Airado por el revés sufrido, el coronel Carvallo, dispuso un destacamento de 300 efectivos de infantería y caballería, al mando del capitán Torres, partieron a someter a los valientes fríanos. Ante las fuerzas superiores a sus efectivos, los fríanos se retiraron al interior de sus montañas permaneciendo en el pueblo un reducido grupo de habitantes.
Sin resistencia alguna, el 30 de setiembre de 1883, el comandante Torres y sus soldados ingresaron al pueblo, lo saquearon, no respetaron ni siquiera la iglesia, a los hombres y mujeres que permanecieron en él los sometieron a humillaciones vergonzosas. Cuenta la tradición que don Sebastián Siancas fue hecho prisionero y que un día en que su esposa se dirigía a la iglesia para verlo, fue hecha prisionera y llevada ante un oficial chileno para ser ultrajada. Ante este hecho la señora Gertrudis llena de ira, aplica una certera puñalada en el abdomen del oficial, quien muere en el acto; los chilenos como represalia, fusilan en la puerta de la iglesia a don Sebastián Siancas y a su esposa.
Todavía cuentan que un señor de apellido Vaca, por temor a que fuera apresado, se había escondido en el templo del pueblo, detrás del altar mayor donde se encontraba la imagen del patrón San Andrés, cuando un soldado chileno se dirigía a profanar la “Custodia” de oro y otros objetos de valor, no pudieron por lo que el temeroso señor se puso muy nerviosos al pensar que alguna cosa mala le pasaría y el altar empezó a moverse, el chileno al ver esto dijo: -¡Dios está molesto, no hagamos esto¡ ¡Hay cucos malos! Y es así que se libro la custodia y el humilde señor Vaca.
Versiones que se han trasmitido de manera oral dicen que después de mucho tiempo los chilenos se retiraron del pueblo San Andrés de Frías y en el trayecto a la ciudad de Chulucanas una familia de apellido Palacios, que se dedicaba a la venta de chicha de jora, había preparado un poco de bebida con veneno la cual les dio de beber a los chilenos y para que no sospechen ellos también bebieron, muriendo así los invasores y la familia Palacios. Aun son recordados por su gran sacrificio y hazaña en honor a su patria el Perú.

Recopilador: Profesor José Cosmer Sánchez Troncos.

Las piedras también lloran

Un día de marzo de 1971, por andar en los caminos de Cupido, casi me convierto en novio de la muerte, sucede que me encontraba de visita en el asiento del cerro Huamingas, cabecera del pueblo Nuevo – Frías. La reunión con los amigos era muy amena que el tiempo se esfumaría rápido.
Por la tarde una torrencial lluvia se desató con gran tempestad eléctrica, los rayos descargaban su furia en las peñas del frente, y a cada instante hacían temblar toda la zona, parece que el cerro Huamingas estaba celoso por encontrarme yo en dicha casa. A fin la tempestad dio una tregua, se acercaba la noche y emprendí mi regreso al pueblo, me desplazaba por unos terrenos llanos, parecían grandes alfombras verdes cubiertas de grama (césped), y adornos con matorrales de chilca y piedras regulares, lejos una de otras. De repente un fuerte soplo y una luz enceguece dora me derivaron por el suelo, sentí un olor a pólvora, escuchaba unos gritos y chillidos lastimeros y espantosos.
Pronto reaccioné y pude distinguir frente a mi y a 20 metros de distancia , un grupo de bolitas de color de arco iris, pero muy relumbrantes, giraban alrededor de una piedra y la hacían pedazos grandes y pequeños que volaban por diferentes direcciones Brum,brum,brum,brum,al mismo tiempo, la piedra dio gritos y chillidos :Cuy, cuy, cuy, cuy, parecía un roedor cuando lo están matando, estos chillidos o gritos hacían doler los dientes , yo parecía una estatua , pero felizmente estaba aislado con mi ropa bien seca y mis botas de caucho, abrigadas con papel.
En pocos segundos la roca y las bolitas relumbrantes desaparecieron, luego se produjo una terrible explosión por encima de mi cabeza ,parecía que los cielos se derrumbaban, era de caer desmayado solo atiné a apretarme duro los oídos con mis manos, era recién el trueno, pues las nubes acentuando como altavoz ,llego los sonidos arriba a lo alto del cielo los redujo y amplificó en millones de veces más fuertes, pero lo que más me extraña mucho, es que ,los gritos lastimeros de las piedras no se reprodujeran. De haberse reproducido igual que los otros sonidos, seguro que toda la gente de ésta región se hubiera corrido de miedo, podían pensar que las almas condenadas se habían salido del infierno.
Esta experiencia me llama mucho a reflexionar, las piedras a pesar de su dureza ,no son tan brutas, ellas son los huesos de la tierra, fieles servidoras al hombre y como testigos de nuestra historia , es justo que tengan algún sentimiento., por eso al verlas sufrir ,tuve mucha pena ,quería coger un puñado de tierra o un manojo de ramas para apagar las luces que la devoraban ,pero estas hubieran formado circuito y ya no hubiera quien les converse esta historia, Pienso también que el golpe del rayo fue para mi pero la mirada de mi Señor Jesucristo lo desvió hacia la inocente piedra, por que estoy seguro que el destino de una persona es cosa de una sentencia de un juez , si no entonces aprevenidos y no hay recursos ,esta se cumple pero que si hay un buen abogado hace anular la sentencia o hace rebajar la pena ,tal es el caso de este tema que les conversó, portaba en mi bolsillo la estampa del señor Cautivo de Ayabaca, gracias a Él estoy vivo. Otro día les diré mas cosas.

COLABORADOR : Profesor. Raúl Ramírez Ramírez.

El Exilio de Marcos de la Croux

En el año de 1978 la actual comunidad campesina “José Olaya” de Silahuá era una comarca que formaba parte de la sociedad agrícola Yapatera, cuyos dominios se extendían desde la costa hasta la Meseta Andina de Frías.
Este relato es el fruto de la historia vivida por Quiteria Yamoca, humilde provinciana que emigra en busca de fortuna ,a Lima desde su natal Ramada Grande, caserío ubicado en el sector de Silahuá y que es caracterizado por las montañas de bosque seco y espinoso, donde alberga diversidad de animales silvestres como zorros, cachules y muchas aves. Este relato encierra un claro mensaje y que tiene que ver con el impacto que causan los años de sequía en la vida del hombre y de los animales. Quiteria por el azar del destino entrega su corazón a un marino francés llamado Pietro de la Croux que luego de idas y venidas al viejo continente (Europa), procrearon tres vástagos hijos entre ellos, Marcos de la Croux. Aquella humilde muchacha fue abandonada quedando convertida en una madre soltera la cual quedó imposibilitada de trabajar como doméstica por el número de hijos que tenia en casa de la familia López de la Romaña. No le quedo más remedio que retornar a su tierra de origen Ramada Grande donde tenía sus padres, los que muy a pesar de todo la recibieron con buen agrado.
Para mala suerte en esos tiempos eran años de mucha sequía y los cultivos no eran buenos ¿Qué hacer? tres niños hambrientos y sin que darles de comer. Quiteria pensaba y pensaba la solución estaba en su mente, vendería el primogénito Marcos, al señor Santos Guerrero, quien vivía en el caserío de Méjico ubicado en la Meseta Andina. En aquel entonces existía un viejo camino que partiendo de la costa de Yapatera atravesaba por el costado de Panecillo y avanzando cerro adentro hasta llegar a Ramada Grande y Ramada Chica, pasando por Cahingará, entrando por Cachiriz, Llegaba a Méjico, donde vivía Santos Guerrero, un ganadero que tenía a su cargo más de un centenar de ovejas, y que justamente a él sería vendido el niño Marco de la Croux Yamoca.
Aquel fatídico 13 de septiembre el viento y el sol resecaban la hojarasca seca, emprendió su camino atravesando lomas, bosques, quebradas y cerros. Marco, tristemente miraba a su entorno, tal vez pensaría que nunca más volvería a ver la tierra de su madre ni la enorme y conglomerada capital. Ya en la planicie de los altos, el fuerte viento resecaba la piel de los desdichados visitantes, el cantar triste de las aves parecían augurar el triste destino que le esperaba al pequeño. Después de las tres de la tarde, sudorosos y muy sedientos llegaron a su destino, Quiteria miraba con tristeza las bellas facciones de su desdichado hijo, el cual no volvería ver nunca más.
Ya en la casa de santos Guerrero, fueron bien recibidos y el pago no se hizo esperar, medio saco de trigo, medio saco de arvejas, medio saco de papas que el mismo santo envió de regreso a sus peones junto con Quiteria hasta Ramada Grande. Por su lado Marco engrosaría el grupo de ovejas .Muy pronto aprendió el oficio de cuidador de ovinos, pero así mismo empezaron a venir los sufrimientos. Durante varios años tuvo que aguantar, muchos castigos y crueldades.
Después de 6 años de sufrimiento, el muchachuelo se había convertido en todo un jovencito .Un día decidió escapar, ya que no soportaba más la tortura física y psicológica a la que era sometido y fue así que aquel rebelde adolescente escapó del infierno en que vivía, resultando perdido en las tupidas montañas del cerro Huaycas, ubicado en Santo Domingo, el cual lo recibió de cualquier manera.
Marcos ya joven tenía facciones delgadas, el cabello cortito y castaño y pronto impresionó a una linda lugareña del caserío de Ñoma con la que se acompañó y tuvo sus dos hermosos hijos. En las tardes y noches de melancolía recitaba constantemente el refrán; No todo lo que tocas es plata, ni todo lo que el monte tiene es órgano, ni todo lo que brilla es oro.
Efectivamente las apariencias engañan la crianza forma nuestro carácter, es así que el desafortunado joven se había convertido en un psicópata y pronto sus manifestaciones no se hicieron esperar, ya que constantemente a su esposa la maltrataba, la torturaba, la cual optó por abandonarlo junto a sus dos menores hijos.
Marco había perdido el sentido de su vida, no le importaba nada , viajaba errante como un infeliz y siempre lamentaba su mala suerte y versaba aquellas frases: ¡Madre mía ¡yo no te culpo de lo que hiciste conmigo!, pero si me inclino a mi vieja Pachamama (tierra Sagrada) que nunca me negaste el fruto de tus entrañas, esto lo hacia irguiéndose cuán largo era él ,alzando sus brazos ,abriendo la palma de sus manos y luego se inclinaba hasta el suelo besaba la tierra y se entristecía.

Recopilador y redactor.

Profesor. José Cosmer Sánchez Troncos


miércoles, 13 de enero de 2010

El hombre que comía carne humana



Allá por los años de 1970, San Diego caserío pequeño ubicado en los Altos, ahora llamado Meseta Andina, vivía un brujo curandero, llamado Saturdino y que con el paso del tiempo haciendo uso de sus dones curativos sanó a muchas personas, entre hombres y mujeres. Los lugareños comentaban que este “curioso” se fue dañando, decían que este señor se comía a la gente, sobre todo cuando llegaba algún gordito o alguna gordita en busca de remedios para aliviarse de sus males que padecía, los encerraba en un cuarto especial que tenía, les daba algún brebaje, los adormecía, luego los mataba y se los iba comiendo junto con su familia, o invitaba a algún forastero que pasaba por ahí. Por sus acciones fue denunciado, capturado pero nunca se le juzgo por que no se le pudo comprobar sus acusaciones.

En el mismo lugar moraba una familia de apellido García y dentro de aquella vivía una mujer de contextura gruesa y era muy bonita, la cual era ahijada de este famoso brujo. Esta señorita era la encargada de ordeñar las vacas que estaban en el corral a una hora de camino y en su rutina de vez en cuando aprovechaba para verse con su pretendiente. Ella siempre iba acompañada con su fiel “ganacho”, que se le dice al perro bravo que cuida con mucho celo las ovejas, no dejando acercar persona alguna.

Un día como de costumbre, salió muy temprano al corral a ordeñar las vacas, siempre llevando consigo a su perrito, ese día por mala suerte no regresó a casa, pasaron tres días y sus familiares no tenían razón de la muchacha, solo llegaron a ver el perrito que gemía y lanzaba gritos de tristeza y a la vez hacía movimientos y señales de regresarse. El padre y La madre pensaron que su pretendiente se la había llevado y que seguro ya llegaría para “arreglar el casamiento”. Al cuarto día al ver que no sucedió lo que ellos pensaban decidieron seguir al perrito para ver donde iba, el animal llego a una “hondurita”, donde habían muchos arbustos y en uno de ellos vieron colgada la alforja, la que al revisarla la encontraron con los “potos” en los que recibía la leche, pero se dieron cuenta que no habían sido usados por la muchacha, luego se pusieron a buscar por los alrededores vieron un cuerpo boca abajo con el sombrero en la cabeza y con un poncho tapando su cuerpo, se acercaron, lo destaparon y descubrieron que era la muchacha de la casa, se horrorizaron cuando vieron el cuerpo destrozado y que le faltaban algunos órganos como los senos y parte de las piernas , toda la carne había sido retirada.

Para colmo de males la madre de esta señorita tenía tres días de haber dado a luz y cuentan que la mujer del brujo le había llevado un buen mate de ocas con un pedazo de carne, que supuestamente había sido de su misma hija, la que no encontró gusto de algún animal en la comida ofrecida.

La familia junto con los moradores y autoridades comenzaron a investigar la muerte de la chica y en esas pesquisas detuvieron a la mujer del brujo Saturnino, la que después de un riguroso interrogatorio y amenazas confeso que su esposo había matado ala muchacha. El hermano de la difunta enardecido y furioso por aquel hecho buscó al brujo y lo asesino en su propia casa con la espada, vengando así la muerte de su hermana, fiel a la costumbre de aquellas personas que ven mancilladlas el honor de sus familiares y seres queridos.

El hermano de la muchacha fue capturado, enjuiciado y conducido a la cárcel de la provincia de Ayabaca por un tiempo de dos años. Al salir de la prisión este joven vendió sus tierras en la Meseta Andina y compro terrenos en el sector de Yapiay para evitar rencillas y malos entendidos con los hijos de Saturnino, los que según decían la gente son buenos brujos.
Profesor. josé C. Sánchez Troncos

sábado, 9 de enero de 2010

La Leyenda del Cerro Pilán

A principios de la conquista de los españoles, el gran Imperio del sol o Tahuantinsuyo empezó a declinar, con la captura del inca Atahualpa en Cajamarca. Por esta región pasaba una comisión de indios cargueros llevando parte de rescate que había ofrecido el último monarca a los españoles por su libertad, al encontrarse en un sitio denominado SILHU, hoy llamado Silahuá, se enteraron de la ejecución del inca, los mismos que decidieron enterrar el tesoro y así poder librarlo de la codicia de los españoles. Los fieles indígenas se dirigieron a la cumbre del cerro Pilan, Apu, como se le conoce en otra parte del Perú y que en sus entrañas guardan mucho misterio, ahí haciendo uso de practicas supersticiosas, enterraron el tesoro del que eran portadores, incluso cuentan que junto con el preciado metal también se enterraron ofreciendo sus vidas al magnifico cerro.
Sobre este acontecimiento se ha tejido una leyenda que ha sido trasmitida de generación en generación. La gente que mora por esos lares cuenta que el Pilán es un cerro encantado y misterioso. Este lugar defiende el encargo hecho por los incas o “gentiles” como se les conoce por la zona de nuestro distrito de Frías. En estos recónditos y solitarios lugares del cerro se escuchan fuertes estruendos subterráneos con inmensos quejidos lastimeros de aquellas almas y espíritus de las personas que ofrecieron su vida al “Apu”, Otros cuentan también que aparece un gran buitre de inmensas alas creando un pánico aterrador en las personas que se atreven a subir a la cumbre del cerro para tentar apoderarse del tesoro, Aquellos que lo hacen mueren a causa de incontenibles hemorragias, llegando a pagar con su vida la osadla y falta de respeto al cerro, fiel guardián de los inmensos tesoros de nuestros antepasados.

El Hombre de Mala Intención

Hace tiempo los moradores antiguos del caserío de Culcas contaban que en esos lares vivía un señor llamado Tito Peña que se enamoró perdidamente de una simpática señorita de nombre Lucinda, mujer de impregnable hermosura que parecía una muñeca con ojos de color marrón claro, test blanca y una singular figura. Aquella “guambra” tenía por costumbre usar siempre un vestido blanco y una chaqueta roja que hacía contraste con su envidiable belleza.
Tito, un caballero galante y simpático no había “china “alguna que se le resista. Cierto día ensillo su caballo mazapán alba tres (tres patas blancas) con su alforja marcada, su poncho moro de lana de oveja con líneas azules, su inseparable espada con vaina llena de adornos de plata de nueve decimos y su sombrero de palma que había comprado en Frías para la fiesta del Cautivito, cabalgaba en su caballo en forma zigzagueante por el camino de herradura, en su mente se cruzaban una y muchas dudas entre si se decía - ¿Me estará engañando? - ¿Estará enamorada de otro?, pero luego se daba valor y juraba que seria solo para él y que si la encontrara se la llevaría para quererla y hacerla su mujer y así tenerla segura.
En la oscura noche, cuando la luz de luna apenas alumbraba por las gruesas ramas de los viejos y frondosos paltones, los aullidos los perros se escuchaban a lo lejos, un frío viento invadía su cuerpo y los tragos que había libado iban consumiendo su tristeza. Cuando de repente sale de sus ilusos sueños el recuerdo de aquella musa, de pronto levanta la mirada sobre unas piedras que parecían asientos y ve una belleza frente a él, pensando que era Lucinda, acerca su caballo y le dice - ¡Sube en el anca de mi caballo y vámonos!, la doncella le hace caso y efectivamente monta atrás del jinete , Tito tanoleaba su caballo y comienza la travesía echando a volar sus malas intensiones, ya un poco retirados y adentrados en la montaña, toma la mano de la dama que aprisionaba su cintura y se da cuenta que tenia uñas largas y la piel llena de pelos la que lo apretaba cada vez mas hasta hacerlo perder la respiración y las fuerzas cayendo desmayado al suelo pasando toda la fría noche en el lugar donde había caído.
Al día siguiente unos niños que llevaban a pastorear su ganado, vieron al hombre caído, lo recogieron, salieron a toda carrera y dieron la noticia a los familiares los que presurosos llegaron al lugar de los hechos encontrando desmayado a Tito con la boca llena de espuma y baba. Cuentan que para que Tito se recupere pasó mucho tiempo y la familia tuvo que recurrir a buenos brujos curanderos, muchos remedios de dieta, pero que al final logro curarse. Lucinda, la mujer de sus sueños, quedó en el olvido.

Los adagios del mítico Chupicarume


Cuentan los mayores que hace muchos años atrás vivía un señor llamado Pedro Quiterio, a quien le contaron esta fantástica historia .Hace mucho tiempo hubo un singular personaje que respondía al nombre de Natividad Retete Quispe, quién se asentó con su familia en un sitio denominado Japaz, lugar ubicado a un costado del camino por donde se pasaba a la comunidad de Parihuanás. La gente no sabía de donde procedía aquel extraño hombre, algunos especulaban que había venido de Salvia, lugar perteneciente al Distrito de Lagunas y otros decían que era de un lugar llamado Pedregal de Pacaipampa, pero lo cierto es que nadie logró determinar a ciencia cierta el lugar de procedencia de éste forastero. Este hombre era muy trabajador, pero mantenía una mirada triste y penetrante. Él vivía con sus cinco hijos, cuatro hombres y una mujer, cuyas edades oscilaban entre los 16 y 11 años, la menor de la familia era una niña muy bonita, fina y delicada, mientras que la esposa del misterioso forastero era una mujer de finas facciones, muy buena, trabajadora y comprensiva. Este misterioso forastero vivía en una casa de campo la cual tenía una huerta pequeña de media hectárea, en la cual solamente tenía plantaciones de guineo, no siendo suficiente para mantener y alimentar a su familia. Un día este forastero muy preocupado tubo noticias que en la loma de Chupicarume vivía un “curioso” que adivinaba la suerte. Sin perdida de tiempo este señor se fue a aquel lugar y efectivamente encontró al adivino el cual, después de dialogar mucho, éste le dijo: ¡Querido amigo Natividad Retete Quispe te voy a decir dos adagios: ¡Cuando Dios quiere a la casa a de llegar! y ¡Lo del agua al agua!
El forastero confundido sin pedir explicación alguna se fue de regreso a su casa, pero cuando volvió a su hogar, sus vecinos terminaron por confundirlo aún más, al mirar con malos ojos los viajes que hacía, para ellos era un mal comportamiento dejar sola a su familia por mucho tiempo.
Natividad, aburrido de la situación decidió un buen día alejarse de Japaz abandonando todo y salió a buscar mejor suerte en otros lares. Y es así como llego a Chililique, lugar ubicado entre los linderos de Chulucanas y Frías, donde se dedicó a ser peón de una chacra en la que le pagaban algo que servía para mantener a su familia, pero a su mente siempre llegaba el recuerdo de aquellas palabras que le había dicho el adivino de Chupicarume.
Días de trabajo fuerte, no doblegaban ni amilanaban a Natividad. En una tarde de faena incansable, la suerte le llega a aquel desdichado hombre, cuando en una esquina de la chacra al dar un lampazo en unas malas hierbas, se levanta un guijarro dejándolo ver claramente la tapa de una olla de barro, la que al destaparla estaba llena de monedas de oro y joyas preciosas .
Los demás peones que estaban un poco lejos miraban atentos a Natividad el cual demostraba nerviosismo , este hombre astutamente urdió una mentira y expresó que en ese lugar habían muchas avispas alrededor de una colmena al tiempo que se retiraba tapándose la cabeza con los brazos en señal de protección, visto esto la peonada no se atrevió a acercarse. Natividad, en compañía de sus hijos varones, esperó y aprovechó la noche para recoger el tesoro encontrado. Con el producto de su hallazgo compró una linda casa con chacra incluida la cual tenía mucha agua, la otra mitad del tesoro lo guardó en secreto para usarlo cuando esté anciano En su recuerdo volvían los presagios del Mítico Chupicarume, así de esta manera comprobó que se había cumplido el primer adagio cambiando su suerte por completo, como lo dijo el adivino.
Paso el tiempo y los hijos varones se marcharon formando nuevas familias, quedando en casa solo la hija mujer, la cual se enamoró y se casó, pero siguió viviendo en la casa de su padre. Un día de aquellos, el yerno de natividad llegó a ubicar el resto del tesoro, se lo robó, lo malgastó en vicios y en cosas vanas, quedando después de un corto tiempo nuestro amigo Natividad en la miseria, cumpliéndole Allí el segundo adagio. ¡Lo del agua al agua!

El Perol de Piedra

Los antiguos moradores del caserío de Pampa Grande cuentan que por esas tierras, hace muchos años, llegó a vivir un “padrecito” o sacerdote como se les denomina, este personaje era muy amigable y caritativo, el cual de manera rápida se ganó la confianza de la gente de aquel lugar. Con el tiempo el religioso se enteró de la existencia de un perol de piedra el cual estaba ubicado en un lugar escondido del cerro Puñuño.

Un día, el padrecito decidió ir en busca del mencionado perol de piedra, comenzó la subida hacia el empinado cerro, como si fuera un experto escalador, muy rápido ubico el lugar donde estaba el entierro, presuroso empezó a excavar en el accidentado suelo encontrando el místico recipiente, moviéndolo y dejándolo listo para ser trasladado con mucho cuidado. El terreno se había puesto muy blando parece que los espíritus del “Apu” algo tramaban con aquel profanador. Muy presuroso regresó al pueblito y contrato “peones” suficientes para trasladar la vasija de piedra hasta su propiedad.

Al siguiente día, cuando la primera luz del día hacía su aparición ,los chilalos entonaban su alegre silbido y los lugareños alegremente se despertaban para ir a trabajar, el sacerdote salió con sus acompañantes hacia el lugar indicado, cortaron palos y bejucos elaborando una chacana rústica , que es una camilla utilizada para trasladar objetos y personas .Entre copas de cañazo y humo de tabaco de guaña avanzaban cuesta abajo con el perol, los ayudantes sudorosos lanzaban fuertes pitidos de alegría como si fuera un duelo de toros y ante la algarabía de la gente lo llevaron al lugar donde iba a permanecer, fue tanto el júbilo que se desató una fiesta en la que bailaron, tomaron cañazo y fumaron sus cigarrillos de tabaco hechos por ellos mismos, hasta la madrugada pitaban y avivaban la gran hazaña lograda por el padrecito.

Pero en forma increíble y sorprendente el padrecito murió a los quince días de haber sucedido el ansiado desentierro, la gente decía que le agarró vómito y hemorragia de sangre por boca y nariz, y que hasta le cogió diarrea de sangre. A decir de los moradores más antiguos de aquel humilde lugar, es que el padrecito había sido castigado por los espíritus que cuidan las huacas encantadas, el cura pagó con su muerte la osadía de haberle quitado al cerro Puñuño parte de su riqueza que los gentiles le habían encargado para que la cuide y proteja.

Hoy en día los moradores del sector todavía recuerdan aquel insólito acontecimiento y los que se refieren a la existencia del perol de piedra, lo hacen con la más mínima importancia del caso por temor a los castigos que puedan recibir del cerro Puñuño.


El Perol Encantado

Un día del mes de setiembre, entre el silbido del chílalo, el susurro triste de la paloma y el vuelo silenciosos de la huacaca. Un pastor evangélico de manera sigilosa, llegó al caserío de Limón, según él a predicar la palabra de Dios, después de varios días de predica fue testigo presencial de un hecho muy extraño en el momento que lavaba su ropa en una de aquellas lagunas del río cercano. La gente más longeva de aquel lugar ya relataba que por esos lares se encontraba un perol de oro que los antiguos habían enterrado, estaba encantado y que misteriosamente se les presentaba a más de uno.

Por coincidencia, ese mismo día un morador del caserío, sacrificó una chancha de color blanco, pero para mala suerte le salió enferma con triquina, entonces éste lugareño cargó con su animal muerto y la arrojó al río. Aguas abajo el pastor que se encontraba lavando sus prendas de vestir vio muy aterrado que venía un bulto blanco por encima de las turbulentas aguas, como si caminase sobre algo duro, se asustó mucho, llegando a su mente que era alguna cosa mala o las sombras de algún tesoro escondido entre la corriente, de inmediato comenzó a orar en voz alta y por coincidencia, el animal muerto desapareció hundiéndose bajo la creciente, no dejando señal alguna de su existencia.

Después de algunos años por aquellos lugares se presentó una inclemente sequía, esas que a cualquier morador y animal silvestre hace padecer, no había agua por ningún lado, solamente resumía de aquella laguna, fiel testiga de aquel hecho insólito, todas las personas del lugar se acercaban cautelosamente a recoger agua hasta que el líquido elemental se agotó totalmente. Grande fue la sorpresa de los moradores cuando ante sus ojos apareció un enorme perol de oro, el cual generó un comentario grande y que fue extendido por todos los lugares aledaños al caserío del Limón. La información llegó a los oídos de un hombre muy ambicioso que tenía ansias de poder y riqueza. Éste ingeniosamente planificó la forma de cómo sacar el perol del hueco que había quedado como herencia de aquella laguna. Un día el avaro hombre se fue al río llevando una yunta de toros, se introdujo cautelosamente en el fondo del hoyo y amarró fuertemente de las orejas del recipiente con grandes y dobles betas, que son cuerdas hechas con cuero de res, y antes de que saliera, como por arte de magia se cerró el hueco quedando sepultado aquel hombre junto con su ambición, los gritos de desesperación se dejaban escuchar, los mismos que azoraron a los pájaros que descansaban en sus nidos.

El pastor evangélico que había tomado por costumbre vigilar al perol todos los días, vio muy asustado lo que sucedió, al regresar al caserío contó a todos los moradores todo lo que él había visto. Un anciano conocedor de ello comentaba que sus abuelos le contaron que en aquella laguna siempre aparecía un enorme perol de oro y aquella persona que lo profanara lo pagaría con su vida.

El predicador, en ese instante se lleno de nervios y de mucho temor, allí nomás emprendió el viaje de regreso a su tierra, no volviendo nunca más por aquellos encantados lugares de Limón y sus alrededores.

miércoles, 6 de enero de 2010

La Maldición de Frías



Cuentan que en tiempos pasados trabajaba en Frías el señor José Hilario Ahumada León, sacerdote Cajamarquino, descendiente de padres españoles, llegando a su solicitud un sacerdote del hermano país del Ecuador, al cual lo llamaban Inter, el mismo que se iba a encargar de la celebraciones religiosas de la ciudad; mientras que don José Hilario sacerdote responsable de la Parroquia de Frías atendía sus propiedades en el caserío de Pampa Grande y San Antonio.
La gente de Frías recibió con beneplácito al sacerdote ecuatoriano, el cual se compenetró fácilmente con los parroquianos de ese entonces, pasaban los días y este sacerdote demostraba conocimiento y dedicación a su Misión Pastoral, y en una oportunidad fue invitada por algunos pobladores a una Celebración de cumpleaños terminando ésta en el consumo de bebidas alcohólicas y es aquí que el sacerdote pone de manifiesto sus inclinaciones manflóricos (homosexuales) besando a los hombres, sentándose en las faldas e invitándolos a realizar cosas pecaminosas y los moradores por respeto al sacerdote soportaba tan raro comportamiento optando por retirarse del lugar para evitar mayor compromiso.
Un día de parranda este sacerdote completamente borracho se encuentra por la noche con un nieto del cura José Hilario, al cual lo acosa con sus malsanas costumbres, Este nieto del cura llamado Manuel Ahumada aconsejó al curita, pero este no le hacia caso e insistía en su afán de besarlo. El cura insistía en su mal comportamiento y es el momento en que Manuel Ahumada se sale de la formalidad y el respeto y saca una verbena de toro , que es un látigo hecho con el miembro viril del toro torcido y secado al sol, y empieza a azotarlo profiriendo frases como: -¡cura de mierda a mi no vas a venir a besarme carajo!,- ¡tu eres hombre como yo! y lo castigaba con mucha ira por todo el cuerpo llegando a desgarrarle todas sus vestiduras , el curita lloraba y clamaba -¡Manualito ya no me castigues!,- ¡Déjame que así habrá sido mi mala suerte!, pero el castigo no cesaba; hasta que para suerte del cura, por ahí unos borrachos que pasaban cerca del lugar ,se compadecieron y con decisión defendieron al humillado cura.

Cuando ya se habían calmado los ánimos el curita adolorido y en tono lloroso profiere algunas frases de despecho y maldición -¡A donde iras Manualito por todo lo que me has castigado! ¡Con tus mismas manos te vas a quitar la vida y envuelto en tu propia sangre te van a encontrar!.... A eso Manuel responde -¡A mi no me vas a venir a asustar con esas palabras, más bien agradece a estas personas si no te hubiese rajado el espinazo a beta carajo!

A su regreso el señor cura José Hilario Ahumada se entero de todo lo sucedido y tomó la decisión de enviar d retorno a su tierra al Inter (sacerdote) acompañado de un par de “propios” (moradores del lugar) los que a su regreso contaron que en el lugar conocido como “El salto del Fraile” hoy conocido como “Mata Mulas” este sacerdote lanzó una maldición al pueblo de Frías -¡Pobre pueblo! ¡Ingrato!, ¡es así como me has pagado! ¡Siempre vivirás en el atraso! ¡Nadie logrará tu progreso, hagan lo que hagan!

El tiempo siguió pasando inexorablemente y Manuel Ahumada se compromete con una mujer muy bella, la cual se comprometió a salirse con él para quererlo y acompañarlo toda la vida, pero cuentan que alguien se metió y desanimó a la mujer y cuando Manuel fue a verla para cumplir el compromiso, no la encontró, sólo supo que se había marchado con otro. Manuel en ese momento se sintió el hombre más infeliz del mundo y empezó a sumirse en el alcohol, volviéndose un borracho empedernido.

Uno de esos días que menos se piensa, cuando el cura se preparaba para recibir a lo grande una visita, Manuel llegó a su casa luego de una borrachera más, y ya estando en su cuarto le llegó en recuerdo de la mujer que más amaba y que lo engañó, en esos instantes se escuchó un fuerte balazo, sus familiares corrieron presurosos a la habitación de donde salió el ruido, grande fue la sorpresa al encontrar el cuerpo de Manuel en el piso de la habitación bañado en su misma sangre. La gente murmuraba y decía que se había cumplido la maldición del cura.

Fue entonces que José Hilario lleno de cólera ordenó que el cadáver de Manuel no fuera enterrado en tierra santa, si no más bien como un perro, ya que había malogrado su visita y le había quitado el poder a Dios de quitarse la vida. Desde esa época la gente cree que la maldición hecha por éste cura al pueblo de Frías se ésta cumpliendo y se cumplirá como se cumplió con Manuel Ahumada. La casa donde sucedió la muerte de Manuel Ahumada se encuentra en la calle Piura como un muro testigo de tan fatal decisión. Hoy esa casa es habitada por las hermanas Maristas de la parroquia San Andrés de Frías.

Recopilado: Prof. Pedro Alberto Mezones Flores.




El Encanto del Guandur


Cuenta la leyenda que en el caserío de Parihuanás, lugar rodeado de esplendidas pampas y verdes campiñas, regadas por los más cristalinos riachuelos y en cuyas invernas sacian el hambre los mejores ganados y donde el campesino diariamente cultiva los tradicionales alimentos, algunos lugareños guardan celosamente el recuerdo de muchas alucinantes historias y que son contadas en las frías tardes por los más veteranos de la familia. Hace muchos años por esas tierras vivía Juan Soto, hombre amante a la buena vida, al placer y a disfrutar de buenas fanfarreas del cual terminaba extasiado por efectos del maldito licor. Entre copas de aguardiente y mareado por el humo de tabaco, Juan consideraba más importante los vicios que el propio bienestar de su familia y muchas veces descuidaba sus obligaciones como padre y esposo.

Un buen día muy temprano alisto su “gata” o fiambre como se le llama a la comida, que llevan en su alforja hecha de hilo, para así poder saciar su hambre en las largas faenas, se despidió como quiera de sus hijos y esposa y fue a trabajar. Como de costumbre al término de las labores junto con los demás “peones” empezó a tomar cañazo. Don Juan tomó y tomó hasta emborracharse por completo, sus amigos se fueron antes que oscureciera el día, otros un poco más tarde, dejándolo solo envuelto en su tradicional poncho de lana de oveja. Después de un tiempo de haber quebrantado la borrachera, es decir dormir por un momento, se despertó y como quiera se puso de pie y emprendió el regreso a su casa. La luz de las luciérnagas era lo único que lo alumbraban por el camino, el sonido de los grillos y silbidos tristes de las aves nocturnas ,hacían que Juan sintiera un escalofrío penetrante, conforme avanzaba, la mente adormecida por momentos llegaba a su normalidad, pero a la vez llegaban a él esos relatos tenebrosos que sus padres y abuelos le contaron .Los nervios cundieron el cuerpo de aquel hombre y en el fondo de la oscuridad alcanzó a ver una hermosa mujer la cual lo llamaba con insistencia diciéndole con voz dulce y melodiosa: -¡Ven!!Ven! ¡Ven conmigo! , Te voy a enseñar muchas cosas bonitas y preciosas que te van a gustar mucho, don Juan muy sorprendido pero galante a la vez, fue donde se encontraba la mujer la cual comenzó a llevarlo hacía un jardín bellísimo y multicolor. Grande fue la sorpresa de don Juan al ver que ésta extraña mujer se iba convirtiendo en “Guandur”, que por estos lares se dice que es un enorme gato negro con ojos de color rojo brillante y que los antiguos dicen que es el mismo “demonio” convertido en felino. Al pobre Juan se le fue quitando totalmente la borrachera comenzando a dar gritos desesperado emprendiendo carrera tambaleando por efectos del cañazo y con miedo hasta que llegó a su casa , el cual ingreso rápidamente, dando un tremendo empujón a la puerta que despertó a toda su familia, los que se levantaron de la cama saliendo a ver lo que sucedía encontrando a don Juan tirado en el piso de tierra de la sala botando espuma por la boca y la nariz, al momento le dieron de beber agua bendita, la que siempre acostumbran tener por precaución y tienen por tradición de sus antepasados darle a alguien que le sucede algo parecido. Ellos esperaron pacientemente que se tranquilizara el moribundo hombre y pueda contar “parejito” lo sucedido.

Cuenta la gente que desde ese día don Juan abandonó para siempre el vicio del trago , nunca más volvió a tomar y se recogía temprano a su casa cuando asistía a las juntas y reuniones y cuando la noche lo ganaba pedía posada regresando al día siguiente a su casa sin haber probado licor alguno.




Leyenda: Origen del Cerro Kachiriz y Huamingas





Huaminka, hombre aventurero, guerrero, diestro, valiente y poderoso, era de contextura muy fuerte, era el jefe de una tribu que habitaba por la zona de las qullkas, palabra quechua y que en castellano significa despensa, lugar de almacenamiento de alimentos, hoy denominado Culcas. El tenía un afán expansionista, preparaba día y noche a sus guerreros con armas hechas de piedra, con la finalidad de conquistar las aldeas o clanes aledaños y de esta manera expander su territorio. Un día Huaminka partió con su ejército a invadir territorios lejanos en busca alimento y de las mejores doncellas para hacerlas sus mujeres y por cosas del destino se encontró con la grata presencia de una hermosísima mujer llamada Kachiri, que era la hija del jefe de una tribu que moraba por esos lares, de la cual se enamoró profundamente. Huaminka y sus demás hombres no lograron derrotar a esa tribu por la que fueron vencidos y dando marcha atrás regresaron a su pueblo. El valiente guerrero había quedado prendado de la hermosura de Kachiri el cual había sido correspondido por la princesa. Paso mucho tiempo y Huaminka no sabía nada de su princesa, se desesperaba y hasta había cambiado de actitud, ya no era el mismo valiente y conquistador. Cierto día decidió ir en busca de su amada, incluso llego a conversar con el padre proponiéndole unir sus tribus y trabajar para él, a cambio de que le diera a su hija y hacerla su esposa, pero fue rechazado tajantemente. Todos sus intentos fueron en vano, lo cual hizo que se deprimiera cada vez más. Ellos en silencio sufrían su amargo destino y no veían la hora de estar juntos y ser felices por siempre.


Kachiri un día quiso ir en busca de su amado Huaminka pero su padre se enteró y la encerró, ella lloraba sin consuelo sin que nada ni nadie hicieran algo por contentarla, la doncella no quería comer ni hablar. La princesa vivía postrada en su lecho y solo contenía su triste y taciturna mirada dirigida hacia el firmamento, pensando y teniendo la firme esperanza que algún día su amado llegaría a rescatarla pero fue en vano, con el transcurrir del tiempo ella murió postrada en cama con el rostro mirando hacia el cielo y quedando convertida en sal. Huaminka por otro lado había perdido las esperanzas que su amada estuviera con él y al enterarse que Kachiri había fallecido empezó consumirse en la tristeza y el dolor llegando a morir en su lecho convirtiéndose en un enorme ser de piedra.


Todavía se escucha entre los lugareños más longevos la leyenda acerca de la “bella durmiente”, cuentan que en el cerro Cachiriz, lugar donde esta ubicada la imagen de aquella mujer, aparece el espíritu que toma la apariencia de una hermosa y encantadora doncella que cuida un jardín con flores muy hermosas y raras, se les presenta a los hombres que se han perdido por buscar su ganado y les pide que la acompañen a cuidar su huerto. Los lugareños dicen que es el alma que mora y deambula por aquellos parajes inhóspitos, buscando al hombre que eternamente amó. Mucha gente ha sido cautivada por su tierna, pura y triste mirada. Otros en afán de buscar aquel legendario y hermoso jardín han sido encantados por esa mujer, los cuales desaparecen entre los frondosos y solitarios lugares de aquel misterioso cerro. Incluso otros cuentan que muchas personas han perdido la razón.
Hoy podemos observar la hermosa imagen de una mujer que postrada en su lecho de abundante vegetación con la mirada hacia el firmamento. Los lugareños la denominan “La bella durmiente” así mismo su fiel amante Huaminka yace postrado convertido en piedra y que sirvió antiguamente a su tribu como una enorme fortaleza para protegerse de sus adversarios vecinos. Hoy es conocido como es el cerro “Huamingas”.

Autor: José Cosmer Sánchez Troncos

Leyenda del Santo Correlón y de las cosechas.


En tiempos atrás, Frías era un bosque muy pantanoso y no estaba poblado. ¡Tilín, tilín! ¡Tilín, tilín! Fue el sonido Alegre de unas campanillas que escucharon una vez los lugareños cerca del pueblo. Se acercaron más y más y el sonido se hacía más claro hasta que encontraron las campanillas en las manos de una imagen piedra y era nada menos que el Apóstol San Andrés. Sorprendidos comunicaron el hecho a los demás pobladores quienes no demoraron en llegar al lugar del hallazgo. Pensaron que el santo quería una capilla pero el lugar donde lo encontraron no era adecuado, era un pantano.
Unos dijeron ¡Hay que llevarlo a Culcas, para ponerlo en las hermosas llanuras! Cuando llegaron con la imagen al lugar las campanillas empezaron a sonar roncas y desafinadas. ¡Ti…lan, Tilannnn, Tiii-lánn, Too…linnn!, al amanecer no encontraron al santo. Afanosos buscaron a la imagen y la encontraron en su sitio de origen. Se dieron cuenta que el deseo del santo era que allí le construyeran su templo.
¡San Andrés no quiere el templo en Culcas¡ dijeron y se lo llevaron a las pampas de Parihuanás y sucedió lo mismo, pues en la noche estuvieron haciendo velatorio y al amanecer nuevamente había desaparecido y lo encontraron por tercera vez donde inicialmente lo hallaron, es decir en el cienego o bosque pantanoso.
Convencidos ya del deseo de San Andrés empezaron a secar el pantano, cortaron los árboles para trasladarlos hasta allí, con hachas y picos, quebraron piedras, que habían cerca, con ayuda de san Andrés lograron transformar ese pantano, construyeron un templo en su honor y al lugar lo llamaron San Andrés y poco a poco fueron poblando la zona y construyeron sus casas de adobe y con sus techos de paja y posteriormente de teja, alrededor de la edificación.


Relato popular